martes, 18 de enero de 2011

PARA LA EDUCACIÓN LA VERDAD ES UN PROBLEMA

Convengamos en que educar no es lo mismo que instruir ni lo mismo que adiestrar, dice Jorge Alba, de Escuelas de Buentrato.
Es, más bien, el resultado de un encuentro entre dos seres que tienen conocimientos y capacidad de comprensión diferente, y ese resultado se espera que sea auténtico y mutuamente satisfactorio, más que verdadero, en el sentido de universal e inmodificable.
Si bien el educador busca lo mejor para el educando, lo mejor no siempre es lo deseable o lo posible, así que debemos tomar en cuenta cada circunstancia y a cada persona para adelantar una educación adecuada, y para esta opción la verdad puede ser el peor camino.
Además, como educar implica avanzar mediante las propias fuerzas, aunque la verdad sea una línea de orientación conveniente, no se puede imponer lo que no se puede asimilar, y frecuentemente nos encontraremos aceptando soluciones incorrectas simplemente porque son las únicas posibles bajo las circunstancias reales.
Si usted es un educador natural o profesional, habrá vivido la experiencia de encontrarse frente a un niño que lo insulta o le dice groserías. Usted sabe que lo que ese niño le dice, además de que es una copia de lo que ha escuchado decir a los adultos, no tiene el trasfondo y la intención que a primera vista se le podría adjudicar; usted sabe que ese niño tiene rabia y está utilizando las herramientas con que cuenta, pero que no está incurriendo en una falta ‘de verdad’, sino poniendo en práctica lo que hasta ahora ha aprendido.
Por eso usted le hace entender en ese momento o un poco más tarde, que hay otros recursos para reclamar o para hacer conocer el enojo; usted le da otras herramientas, y en lugar de castigarlo, convierte esa circunstancia en una oportunidad de aprendizaje.
La verdad no se salvó en este caso. Si hubiéramos defendido la verdad, tal vez hubiéramos debido ser más drásticos, pero lo que importa es el proceso de aprendizaje que logramos a partir de cada experiencia, y no la salvaguarda de lo que la verdad dice que está bien.
La realidad y el manejo que hagamos de ella en cada momento, son los ejes de todo aprendizaje, inclusive de aquellos aprendizajes que requieren finalmente una total precisión.
Si en el intento de establecer el número de baldosas de 20 centímetros de lado que tiene un patio rectangular de tres metros por cinco metros, el niño dice una cifra errónea, desde luego que no importa y que insistiremos más en su logro porque empleó el recurso adecuado para el cálculo.
Porque en la educación importa mucho más el proceso que se va cumpliendo para obtener los resultados, que los resultados mismos.
Esto quiere decir, en realidad, que importa mucho más el niño y el vínculo que puede establecer con el educador, sea éste profesional o no, que la verdad que se pretende defender por parte de los adultos.
Si hay algo que sea cierto, algún día, mediante el manejo espontáneo y libre de la realidad, el niño lo podrá descubrir. A lo mejor, también, puede que descubra que no lo es, o que solo es cierto bajo determinadas circunstancias. Pero una verdad impuesta o exigida a expensas de la calidad del vínculo que se pueda establecer entre el adulto y el niño, sirve de muy poco. Mejor dicho, de nada. La verdad no tiene importancia a la hora de educar.¿Usted se ve a sí mismo tratando de establecer quién tiene la razón entre dos niños que se acusan de haber recibido golpes el uno del otro? Si la respuesta es SÍ, usted está educando para la verdad. Si lo que usted intenta es lograr que cada uno de los niños aprenda a tratarse con respecto y sin irse a las manos, usted ya va por buen camino. Está manejando la realidad, sin importarle quién tiene más razón. Felicitaciones.

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