martes, 18 de enero de 2011

EDUCACION EN VALORES

La Educación en Valores
Recientemente se ha discutido mucho la necesidad de reforzar o reformar la educación en el Perú a fin de promover los valores. Se ha dicho que, si esto hubiera ocurrido con los personajes nefastos de nuestra historia reciente, se habrían evitado algunos de los problemas por todos conocidos. Sobre este tema, la necesidad de contar con más y mejor educación en valores, hay consenso. El problema empieza cuando se discute qué modelo de educación en valores asumir, qué valores enseñar (algunos de los más mencionados son honestidad, responsabilidad y solidaridad, vinculándolos al tema de la democracia) o qué actividades en la casa o en la escuela deberían implementarse para promover valores democráticos.
En un extremo de las posibilidades están los modelos que propugnan una educación basada en la asimilación por parte de los niños y jóvenes de los valores de sus mayores. Posiciones menos radicales en este tipo de educación en valores tienen mucha popularidad en los Estados Unidos y otros países, y han sido denominadas como educación del carácter. Ejemplos de actividades en estos modelos serían leer descripciones de eventos en la vida de personajes históricos, buscando que los jóvenes los imiten (en nuestro país el ejemplo emblemático con seguridad es la caballerosidad, dedicación a su familia, patriotismo y valentía de Miguel Grau).
El campo opuesto en educación en valores incluye los modelos educativos que propugnan que los estudiantes desarrollen sus propios valores de manera más bien reflexiva y crítica. En un extremo de esta posición está la postura denominada de Clarificación de Valores, que básicamente proponía que nadie tiene por qué imponer sus valores en otra persona. Por tanto, la educación en valores debería estar orientada a ayudar a los niños y jóvenes a que desarrollen sus propios valores. Esta posición, popular durante los años 60 y 70 en algunos países del Norte, fue abandonada dado que, llevada a la práctica en su totalidad, podría impedir la vida en sociedad. Posturas menos radicales han propugnado la reflexión moral sobre la base de situaciones problemáticas que podrían ocurrir en cualquier momento, incitando a los estudiantes a pensar en cuáles serían las respuestas más justas o que demuestren más cariño o solidaridad con quien sufre. En estas posturas sí se asumía que existen normas y principios sociales que finalmente deben ser aprendidos por todos.
Seguramente lo más sano, como en muchas circunstancias en la vida, es tomar una posición intermedia entre ambos extremos considerando lo siguiente:
Los valores tienen al menos tres componentes: uno cognoscitivo (lo que el estudiante piensa respecto de un valor); otro afectivo (cómo el estudiante se siente respecto de un valor, si tiene una disposición a favor o en contra); y lo que el estudiante efectivamente hace en su vida cotidiana (que puede tener que ver con lo que piensa y siente o no). Estos tres componentes deben ser incluidos en la educación en valores, pues a menudo se encuentra que no son coherentes en el individuo (el objetivo sería justamente lograr la conciliación entre lo que se piensa, siente y hace). Un ejemplo actual sobre lo anterior respecto de un problema común en nuestro país sería el siguiente: un estudiante puede pensar que es absurdo discriminar a las personas por el color de la piel, pero sentir que no aprecia a las personas de determinado color y apariencia, y como esto último predomina, cuando se enfrenta a una situación concreta actúa discriminando a la persona de maneras más bien sutiles (por ejemplo ignorando a personas del color o apariencia no deseada).
La educación en valores ocurre todo el tiempo. Los estudiantes aprenden no sólo de lo que escuchan, sino de lo que ven que personas que ellos respetan (modelos) hacen y los resultados que obtienen. La responsabilidad de los docentes y los padres de familia es inmensa y no termina en situaciones formales. Por ejemplo, un niño puede aprender mucho cuando su padre le dice que no puede leerle un cuento o ayudarlo en la tarea porque está muy cansado y preocupado por el trabajo. Los modelos pueden ser cercanos (familia, compañeros de estudios) o distantes (artistas de televisión, personajes de dibujos animados, futbolistas, etc.). Por todo esto es absurdo decir que los docentes en la escuela no deberían tocar el tema de los valores, porque aunque no quieran lo hacen a través de sus reglamentos y prácticas cotidianas. Los niños miran a sus padres y maestros y aprenden lo que es bueno y malo, lo que resulta inaceptable y lo que ocurre cuando uno rompe las reglas socialmente aceptadas.
El reto como padres y maestros es lograr que nuestros hijos e hijas desarrollen un sentido interno, autónomo y a la vez social de lo que es moral. Este sentido interno les permitirá en el futuro decidir cómo actuar frente a dilemas que en ocasiones serán similares a los actuales.

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