lunes, 10 de enero de 2011

LA VIOLENCIA ESCOLAR

Violencia escolar
¿Será acaso imposible vivir sin violencia? ¿Deberíamos aceptar como inevitable y normal que niños y adolescentes opten por la agresión y hasta por la extrema crueldad en su vida cotidiana?
Se ven casos en el mundo que en una aula, un chico saca una pistola y dispara a quemarropa a su compañero que cae muerto. Y como él, muchos otros chicos y muchachas han fallecido víctimas de actos inexplicables que dan cuenta de que algo muy grave acontece en nuestro mundo. Ayer, dos niñas torturan a una de sus compañeritas caída en desgracia. Mientras en el colegio vecino un chico, cansado de ser objeto de oprobio, hunde su navaja en el rostro del compañero que no ha cesado de ofenderlo, sistemáticamente. Y así, una colección de una agresividad que cada vez se torna más cruel, más inhumana.
También hay maestras y profesores que no dudan en recurrir a la violencia para enseñar y educar. No solamente gritan y amenazan, también golpean a los estudiantes con lo que pueden ante el silencio cómplice de los autoridades que encubren al colega. Y si un estudiante se atreve a denunciarlos, lo único que obtiene es más violencia porque su palabra no cuenta. Por su parte, las autoridades hacen todo lo posible para esconder o minimizar las denuncias con el pretexto de mantener en alto el nombre de la Institución Educativa. En establecimientos privados, a los denunciantes se les niega la matrícula. La crueldad urbana se introduce en la escuela con la fuerza que le proporciona la indolencia social y política ante toda clase de delincuencia. No existe ningún lugar de la ciudad en el que se pueda transitar con un mínimo de seguridad. El maltrato y la violencia están por doquier, aunque ciertas autoridades traten de negarlo.
¿Cómo legitimar un proceso educativo en contra de la violencia si se la niega de esta manera?
Adolescentes y niños replican lo que acontece en el mundo de los adultos. Si los Estados resuelven las diferencias ideológicas con armas, guerras y torturas, niños y adolescentes recurren a los golpes e incluso a las armas para imponerse al otro, para solucionar conflictos o para vengar los pequeños agravios.
Cuando conmemoramos nuestras efemérides patrias con costosas paradas militares en las que se hace ostentación de toda clase de armas, ¿acaso no se transmite el mensaje de que la violencia y las armas constituyen nuestra mejor defensa? La palabra se ha deteriorado y ha perdido buena parte de su valor mediático por eso niños, adolescentes y maestros prefieren los golpes, los insultos, las amenazas y la tortura.
Si no hay una visión educativa amplia, las emociones nos pueden desbordar
A los niños los confunde mucho que un día se los vea como ángeles, y otros días, como demonios.
En ellos, mucho más que en los adultos, existe la vivencia de unidad de su ser. Por eso no entienden que algunas veces se los trate con amor, y otras veces, con odio.
Y esta conducta de los adultos se presenta, frecuentemente, entre otras razones, porque se tiene la tendencia a reaccionar a partir de una mirada muy estrecha sobre los actos de los niños y de las niñas. Cuando hacen algo que satisface, mimos y cariño; cuando hacen lo que no gusta, maltratos y descalificación. Se educa, así, en forma reactiva. Para cada acción, una reacción.
Esta modalidad de trato a los niños carece de toda coherencia. No implica un criterio educativo, sino una explosión emocional.
Y puede ser peor. El día en que una acción del niño no le genera malestar al adulto porque está contento por otra razón, no hay reacción como la de siempre, y en lugar de castigar, disculpa o actúa con indiferencia. El día que está enojado, aunque perciba un comportamiento correcto del niño o de la niña, puede tratarlo mal, porque en realidad está molesto por otra cosa. En lugar del mimo se da el maltrato. Para los niños la confusión es total.
Es necesario contar con un criterio educativo y moverse en función de él para que las acciones resulten coherentes para todos.
Las actitudes frente a los pequeños deben corresponderse con una visión amplia de lo que se desea para ellos y es necesario mantener una coherencia entre actos, palabras y principios, tratando de no dejarse llevar por el malestar o el bienestar del momento. Cuando se juzgan los actos en función del estado de ánimo se cae de inmediato en la arbitrariedad, pero de manera más grave, en la incoherencia, lo que acarrea un desorden para todos porque ya no se sabe qué vale y qué no vale, ni cuándo ni cómo. Corregir estas confusiones después, es particularmente difícil.
No castigue ni premie cada pequeño acto como si fuera el único. Mantenga su línea educativa: puede ser tolerante o un poco directivo o acompañante o lo que sea que quiera ser, pero de manera amplia, en términos generales, y no en relación con cada detalle del comportamiento de su hijo. Suelte cuerda, como a las cometas, para que el niño recorra camino. Y recoja cuerda de vez en cuando, serenamente, de a poco, para que el niño corrija el rumbo. No suelte y recoja a cada momento porque se enloquece él y se enloquece usted.
Es lo mismo que en otras actividades de la vida. La persona que hace cuentas todos los días, todos los días tiene la posibilidad de preocuparse o de tranquilizarse, pero día a día mantiene la zozobra. La persona que maneja su presupuesto semanal o mensual o semestralmente, maneja otro tiempo, otro ritmo, las preocupaciones son más esporádicas. Tiene otro manejo de la vida.
Educar es parecido: usted puede vivir en la zozobra diaria, o haciendo ajustes de tanto en tanto. Mientras, en el diario vivir, usted sabe para dónde va, pero con la observación y el acompañamiento va descubriendo cuáles serán los cambios de rumbo que deba hacer y cuándo será la mejor oportunidad de hacerlo. Entonces, difícilmente lo hará al influjo del momento, de lo que le dicten las emociones, que es la peor forma de tratar de educar.
Reflexion
Mi niña no quiere hacer tareas en la casa. Dice que está cansada porque en el colegio hacen muchas cosas. Creo que tiene razón, pero no sé qué hacer. Mariela.
No son pocas las veces en que los niños tienen razón con estos comentarios. Si habla con los maestros es posible que lleguen a un acuerdo para que la niña no le tome pereza al trabajo. Podrían ponerle tareas de las que más le gusten para realizar en la casa, por ejemplo. El valor de la tarea no está en la dificultad sino en el hábito de trabajo autónomo que se intenta crear. Eso la ayudaría mucho.
Observarlos detenidamente, primer paso para formar niños creativos y llenos de ideas
Los adultos deben prestar atención sobre qué hablan los pequeños, qué superhéroe o juguete les interesa y cómo son sus comportamientos.
¿Cómo lograrlo? Aunque existen muchas recomendaciones, los resultados no serán los esperados si el adulto tampoco tiene esa cualidad, o al menos no está interesado en ponerla a prueba.
Para Diego Parra, psicólogo investigador en el tema, "ser creativos en la educación consiste en buscar aquellos retos para que un niño solucione problemas de una forma divertida".
Los retos van con la edad. A los 6 años el problema es jugar con el lenguaje, mientras que a los 9 meses es dejar caer las cosas para saber cómo suenan. Pero, aunque nunca es tarde, la época más valiosa para fomentar la creatividad es hasta los 10 años.
De acuerdo con los estudios, la creatividad no es lo mismo que la inteligencia, aunque la primera es clave para el desarrollo de la segunda. Pero, ¿qué es ser creativo?
"Las personas creativas tienen un tesón muy fuerte, son capaces de tolerar la ambigüedad, de manejar y combinar mundos distintos", según el experto.

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