sábado, 8 de noviembre de 2008

REFLEXIONES EDUCATIVA

Carta de un hijo a sus Padres.

NO me des todo lo que pida. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger.

NO me grites. Te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.

NO me des siempre órdenes. Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas yo lo haría más rápido y más a gusto. Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio dámelo, pero también si es un castigo.

NO me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor que los demás, seré yo quién sufra.
Déjame valerme por mí mismo/a. Si lo haces todo por mí, yo nunca podré aprender.

NO digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices. Cuando estés equivocado en algo admítelo y crecerá la opinión que tengo de ti y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también. Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, ya que porque seamos familia, eso no quiere decir que no podamos ser amigos también. Intenta ser coherente con lo que dices y lo que haces. Cuando te cuente un problema mío

NO me digas: “No tengo tiempo para bobadas” o “Eso no tiene importancia”. Trata de comprenderme y ayudarme. Quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo. En definitiva, habla conmigo, el diálogo entre nosotros es lo más importante.”

Tus hijos

Carta a mis profesores

Las paredes del aula limitan mi vida. Quiero gozar de la naturaleza que Dios nos dio, pero las murallas, los horarios y las formalidades escolares me lo impiden.
Quiero compartir alegrías, dolores y esperanzas con mis hermanos de otros confines, pero eso no consideran los Planes y Programas de Estudio.
Jamás respetan mi individualidad, destacan a cada rato mis defectos y nunca me estimulan para nada. ¡LA ESCUELA ES UNA CARCEL!
Quiero conocer el mundo pero en la escuela imperan los papeles y no el hombre. No me entienden.
Me pesa la cabeza con tantas informaciones útiles e inútiles, verdaderas y falsas, actualizadas y pasadas, que me da la escuela para memorizarlas. Siento frio en el corazón al vivir en soledad y egoísmo impuesto por los reglamentos. Siento inútil mi cerebro y mis manos cuando no me enseñan a trabajar como si hubiera nacido para ocioso.
La escuela no me deja crear; debo imitar; no me deja criticar; quiero ser reflexivo; no me deja experimentar la solidaridad. La escuela me oprime; no me deja vivir. La orientación y tutoría del educando no llega a nosotros.
¡Sálvenme! ¡Quiero ser hombre y no robot! ¡Vine a la escuela a formarme y no a deformarme!
Cada vez más me convenzo que ciencia sin conciencia es pérdida del alma. Lo único que preocupa a la escuela es transmitirnos cantidad de conocimientos. Su calidad no les interesa a poco les preocupa mi formación moral. ¿Cómo enfrentar la vida?
¡Sálvenme! ¡Sálvenme, antes que mi niñez se marchite!.
¡Compadézcanse del auxilio que lanzo desesperado al vivir en una escuela de opresión y abandono!.

Tus alumnos.


Los Profesionales

En una reunión de personas muy importantes, empezaron los discursos de los representantes de las diversas profesiones.
El primero en hablar fue un ingeniero, quien hizo sentir que la casa que los cobija, que el transporte que lo había traído a la ciudad era obra de los ingenieros y arquitectos.
El militar, expresa que la seguridad de la cual gozaban todos en ese momento era efecto de la actuación de las fuerzas armadas y policiales.
El representante de los abogados hizo sentir que sin ellos no se aplicarían las leyes, normas, ni habría una vida civilizadamente organizada.
El médico expuso, que sin su actuación muchos de los que hoy lucían saludables y optimistas estarían quizá ya muertos o postrados en sus camas.
En fin, hablaron muchas otras personas.
Hasta que de pronto alguien descubrió a un hombre que no había hablado, aunque permanecía con los ojos atentos. Al parecer por su expresión, se sentía complacido y feliz.
Le pidieron que dijera algo. Puesto de pie agradeció la atención, expresando que estaba de acuerdo con lo que habían dicho los representantes de las diversas profesiones que le antecedieron en el uso de la palabra, que estaba admirado de la nobleza y satisfacción que sentían por lo que cada uno de ellos realizaba. Pero expreso: ¿Existirían arquitectos, militares, médicos, abogados y además trabajadores sino existieran los maestros?.
Todos se miraron, asintieron y aprobaron.
Ahora les explicaré ¿Por qué estoy contento? Porque compruebo que cada uno de ustedes se sienten honrados y satisfechos de lo que tienen y logran porque de lo contrario, no hubiesen ciudades ordenadas, campearía la inseguridad en las calles, las leyes no se respetarían; entonces los maestros habríamos fracasado y en vez de reconocimiento mereceríamos ser condenados.


Empieza a romper esquemas

La historia es testigo de cómo los verdaderos líderes rompieron esquemas.
Ganghi
Consiguió la independencia de la India rompiendo el uso tradicional de esquemas de la lucha con armas y violencia, uso la paz como arma y cambio la forma de hacer revoluciones.
Miguel Grau
Rompió el esquema de que al enemigo hay que maltratarlo y aniquilarlo, rescato del mar a los Chilenos caídos en la guerra y de alguna manera los dignifico.
Romper lo establecido no es fácil, no solo por los hábitos, sino también por nuestra propia percepción.
Imagínate por ejemplo, estas en una cola esperando turno y pasa una persona muy bien vestida con terno y lentes oscuros, lo empujan por detrás, caes y al voltear, lo ves y te pones furioso; te paras y lo enfrentas, lo empujas, pero, con el movimiento, a esa persona se le caen los lentes, y te das cuenta de que es ciega. Tuviste la sensación de que se trataba de una persona, prepotente, creída y abusiva. Te hizo pensar y sentir sobre la base de un esquema no racional, pero la realidad era diferente.
La sensación inicial te dificulto para razonar, ser flexible y tolerante, pero luego tuviste una aclaración racional al darte cuenta de la situación real.
¿Qué hacer para empezar a romper esquemas?. Empieza a cuestionar tus propios hábitos. Cambia de rutas en las mañanas cuando manejas o cuando caminas de tu casa a tu trabajo. Cambia tu rutina. Cuestiona tus funciones.¿Realmente aportan valor, o debería estar haciendo algo diferente?. Cuestiona tus productos y servicios ¿Cómo podrían mejorar?...Solo de esta manera te acostumbraras a romper lo establecido y no tendrás barreras para crear.



Mirad los gansos
El próximo otoño cuando veas los gansos dirigiéndose hacia el sur para el invierno, fíjate que vuelan formando una “V”. Tal vez te interese lo que la ciencia ha descubierto acerca del por que vuelan en esa forma.
Se ha comprobado que cada pájaro cuando bate sus alas produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él. Volando en “V” la bandada completa aumenta por lo menos un 71 % mas de su poder, que si cada pájaro volara solo.
Cada vez que un ganso sale de la bandada, siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su formación para beneficiarse del poder del compañero de adelante.
Cuando el líder de los gansos se cansa, pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar.
Los gansos que van detrás graznan (producen el sonido propio de ellos) para alentar a los que van delante a mantener la velocidad.
Finalmente, cuando un ganso se enferma, o cae herido, otro de los gansos sale de la formación, lo sigue para ayudarlo y protegerlo.
Se queda acompañándolo, hasta que este nuevamente este en condiciones de volar o hasta que muera. Entonces vuelve a su bandada o se reúne a otro grupo.


La Asamblea de la Herramientas

Recientemente recibimos un correo electrónico con la siguiente reflexión y deseamos compartirla con ustedes. Interesados en el apasionante mundo de las relaciones humanas.
Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.
El martillo ejerció la presidencia pero la asamblea lo notifico que tenia que renunciar. ¿La causa?. Hacia demasiado ruido y además se pasaba golpeando. El martillo acepto su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque del tornillo acepto también pero a su vez presidio la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenia fricciones con los demás.
Y a lija estuvo de acuerdo, a condición que fuera expulsado el metro que siempre se la pasa midiendo a los demás según su medida como si fuera el único perfecto.
En eso entro el carpintero, se puso el delantal e inicio su trabajo.
Utilizo el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedo nuevamente sola, la asamblea reanudo la deliberación.
Fue entonces cuando tomo la palabra el serrucho y dijo: “Señores ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Esto es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos”.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y trabajar juntos.

Él cree que no puede

A un niño le encantaban los circos, y lo que más me gustaba eran los animales. De todos ellos me llamaba poderosamente la atención, el elefante. Después de su actuación, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir. ¿Qué lo mantiene? ¿Por qué no huye?
Cuando tenia seis años, pregunté a varias personas por el misterio del elefante. Algunos de ellos me dijeron que el elefante no escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces, la pregunta obvia...
-Si está amaestrado, ¿porqué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Hace algunos años descubrí que alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta. El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. En aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca, era ciertamente, muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a intentar, y también el otro, y el que seguía...
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.
El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor, es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente si podía. Jamás... jamás intentó poner a prueba su fuerza otra vez.
Y tú, tienes algo de elefante? Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos.
Grabamos en nuestro recuerdo: No puedo... No puedo y nunca podré. Muchos de nosotros crecimos portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar.
La única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento TODO TU CORAZÓN. Y todo nuestro esfuerzo como si todo dependiera de nosotros, pero al mismo tiempo, confiando totalmente en Dios como si todo dependiera de ÉL.

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